viernes, 31 de julio de 2015


PARQUE ARQUEOLÓGICO SAN ANDRÉS

 

Información para el visitante al Parque Arqueológico San Andrés
Ubicación:


Kilómetro 32 carretera a Santa Ana, departamento de La Libertad.
          Apróximadamente a 30 minutos de San Salvador

El parque ofrece:

  • La zona monumental de un centro maya del período Clásico Tardío (600-900 d.C.), con una acrópolis, pirámides y otras estructuras.
  • Museo de sitio.
  • Estacionamiento, área de picnic, cafetín (limitado a agua, gaseosas, bebidas rehidrantes y snacks).

Horario:

Martes a Domingo, 9am a 4pm (cerrado los días lunes).

Tarifas:

  • $1.00 / nacionales, $3.00 / extranjeros.
  • $1.00 / vehículos livanos, $2.00 / buses
  • Entrada gratis para nacionales menores de 8 años y mayores de 60.
  • Centroamericanos pagan igual que nacionales.

   El sitio arqueológico San Andrés tomó su nombre de la antigua hacienda en donde se encontraba. Como propietaria de la hacienda San Andrés, la familia Dueñas generosamente avalaba el acceso al sitio a sucesivas generaciones de investigadores, partiendo de 1940 con el primer proyecto en el sitio, liderado por John Dimick. Incluso cuando la zona monumental del sitio empezaba a ser visitada por turistas en los año setenta, los Dueñas permitían el uso del lugar como un parque incipiente manejado por el Departamento de Arqueología de la Administración del Patrimonio Cultural (antecesor de CONCULTURA), con nuevas investigaciones dirigidas por Stanley Boggs, Jorge Mejía y Richard Crane.
   Al igual que los demás latifundios de El Salvador, la hacienda San Andrés fue intervenida por el Gobierno bajo la Ley de Reforma Agraria de 1980. El Biólogo Francisco Serrano tuvo la idea verdaderamente brillante de utilizar una cláusula de la Ley de Reforma Agraria para proteger recursos naturales y culturales, ya que ésta daba lugar a que el Gobierno se reservara áreas de interés nacional dentro de las haciendas intervenidas antes de entregar las propiedades a cooperativas. En 1981, Serrano trabajó junto con el Arqueólogo Stanley Boggs para identificar varios sitios arqueológicos dentro de las haciendas, y resultó ser factible “reservar” porciones de tres sitios para futuros parques: San Andrés, Cara Sucia y Quelepa. El subalterno de Boggs, Manuel López, hizo los reconocimientos de campo que fueron necesarios - un trabajo difícil y arriesgado por la situación violenta que se vivía en ese entonces
.
   La propuesta de reserva para San Andrés originalmente abarcaba alrededor de 120 manzanas (84 hectáreas), incluyendo la zona monumental y algunos montículos esparcidos, además de una buena muestra de la vasta zona residencial del sitio. Esta área representada solo el 4% del área total de la hacienda, por lo cual la reserva no hubiera tenido un impacto papable para la nueva cooperativa de San Andrés. No obstante, la propuesta de Boggs y Serrano fue reducida en mitad por una burócrata de aquella época. La zona finalmente reservada mide 54 manzanas (38 hectáreas). El Departamento de Arqueología cercó el área y utilizó una casa (situada en la zona monumental) para museo de sitio y bodega de mantenimiento, y así nació formalmente el Parque Arqueológico San Andrés.
   En 1987, el Patronato Pro-Patrimonio Cultural propuso un proyecto para mejorar el parque, centrado en un nuevo museo ubicado completamente fuera de la zona monumental, con estacionamiento y un sendero interpretativo para acceder a las estructuras prehispánicas. Se proponía que el museo fuera similar en arquitectura a los antiguos cascos (casonas) de hacienda con salas dispuestas alrededor de un patio interno, y construido con paredes gruesas de adobe y techos altos, muy apropiados para el clima caluroso del lugar. Esta primera propuesta no prosperó. En 1995, el Patronato retomó este proyecto y había receptividad de parte de la nueva institución cultural de Gobierno, CONCULTURA. La propuesta original para el museo, basada en arquitectura tradicional que muchos consideran como agradable y apropiada para el clima, además de económica, fue descartada y reemplazada por un diseño modernista con grandes planos horizontales.
En las excavaciones de sondeo realizadas en 1995 en preparación para el nuevo museo, fue localizado por Paul Amaroli un obraje de añil colonial, sepultado por la erupción de El Playón en noviembre de 1658. Este es el obraje colonial mejor conservado que se conoce en toda la región, y, gracias a las condiciones anaeróbicas presentadas por las capas “selladas” de lodo de origen volcánico, conservaba objetos de madera. En 1996-1997, se realizaron excavaciones en la pirámide principal (Estructura 5, conocida como "La Campana") y su entorno, las cuales fueron dirigidas por Christopher Begley, con la participación de Jeb Card y Roberto Gallardo.
 
El asentamiento prehispánico de San Andrés
   San Andrés está situado en las riberas del río Sucio, hacia el centro del valle de Zapotitán. Hoy en día, esta región es famosa por su fertilidad, un factor también importante para las comunidades agrícolas que se desarrollaron en tiempos prehispánicos. Esta circunstancia se refleja en la alta densidad de sitios arqueológicos en el valle, con un número total estimado en unos 350. Uno de ellos es Joya de Cerén, el cual queda a cinco kilómetros en línea recta al noreste de San Andrés.
San Andrés es uno de los centros prehispánicos más grandes de El Salvador. Habría constituido una capital regional entre los años 600 a 900 d.C. en el periodo Clásico Tardío. Esta antigua comunidad cubría un total de 200 hectáreas o más y consistía en un centro monumental rodeado por una amplia zona residencial común. Se cree que San Andrés llegó a señorear el valle de Zapotitán, y algunas zonas vecinas, como el valle de las Hamacas donde se encuentra San Salvador. 
Este mismo lugar vio ocupación humana mucho antes de su apogeo como capital maya. Las investigaciones indican la existencia de un pueblo agrícola desde quizás 900 antes de Cristo hasta alrededor de 420 d.C., cuando la gigantesca erupción de Ilopango causó el abandono de la región. 

Relaciones entre San Andrés y el Mundo Maya
 
Se puede argumentar que San Andrés encabezaba el último reino maya al sureste del Mundo Maya en el Clásico Tardío. 


   El primer investigador de San Andrés, John Dimick, observó la similitud entre los trazos de los centro monumentales de Copán y San Andrés, apuntando a una estrecha relación entre el antiguo e influyente centro de Copán y el nuevo y provinciano San Andrés. En ambos vemos una acrópolis aproximadamente rectangular, con una gran plaza que parte de su costado norte y que se define por estructuras largas. En las dos plazas se resalta una pirámide en el extremo noreste. Las dimensiones y orientación de estos conjuntos en ambos sitios son similares, aunque la Acrópolis de Copán es mucho mayor en su altura y, en particular, su complejidad. Podemos notar además que el trazo del centro monumental de Quiriguá también exhibe estas similitudes con Copán, y si bien son menos rígidas, es importante notar que gran parte de su plaza y acrópolis fue edificada durante el período en que Quiriguá se hallaba bajo el dominio de Copán.


   También indicativa de una relación especial entre San Andrés y Copán es el hecho de que compartían varios grupos cerámicos. Entre ellos sobresalen los policromos Copador y Gualpopa. Los grupos Masica y Surlo se cuentan entre los otros tipos de cerámica presentes en los dos sitios.

   La orientación general del centro monumental de San Andrés es de aproximadamente 24 a 26 grados acimut. Las excavaciones en el sitio han expuesto varios alineamientos, pero la originalidad de muchos de ellos es cuestionable debido a las extensivas restauraciones. Existen dos que pueden considerarse como confiables, entre aproximadamente 295 y 296 grados (considerando su orientación hacia el poniente). Uno de ellos es la estructura larga en el lado norte de la Acrópolis, y el otro es la Estructura 7, con su escalinata en el lado poniente. Esta orientación corresponde en términos generales la puesta del sol en el solsticio de verano durante el Clásico Tardío, siendo esto un evento astronómico muy importante para los mayas.


   La Estructura 7 parece englobar la relación especial entre San Andrés y Copán. En San Andrés, el sistema constructivo se derive de antecedentes locales de arquitectura de tierra. Se utilizaba tierra en estado lodoso, o ladrillos de adobe, para rellenos. Los repellos eran de una mezcla de grava y arcilla. No se ha documentado el uso de cal. La Estructura 7 constituye un templo excepcional en la arquitectura de San Andrés. Fue revestida con bloques tallados de toba (talpetate), algunos de los cuales exceden un metro en su dimensión mayor. Una posible fuente de ese material es el vecino río Sucio, en donde hay estratos de toba expuestos. La mayoría de arquitectura monumental en Copán está revestida por bloques grandes de toba. Las terrazas verticales de la Estructura 7 no poseen la moldura superior común en la arquitectura de tierra en San Andrés, y más bien pueden compararse con los perfiles de las estructuras escalonadas de Copán. 


   En fin, la Estructura 7 es una anomalía arquitectónica entre los edificios de San Andrés. Se puede atrever a denominarla como una deliberada réplica de la arquitectura copaneca. Esto en sí es suficiente para considerarla como excepcional e importante. Pero la Estructura 7 es aún más extraordinaria por la ofrenda que contenía. La pieza central de la ofrenda era un gran pedernal excéntrico, del tipo que ha sido considerado como posible cetro real. Los perfiles tallados en este tipo de pedernal excéntrico muchas veces incluyen representaciones del dios K’awiil, quien se asocia con realeza y sucesión dinástica. El ejemplar de esta ofrenda es comparable a otras de su clase, aunque en vez de una clara representación de la tea empotrada en la frente que caracteriza K’awiil, en su lugar hay un elemento que se parece a una cabeza de animal formando parte de un tocado. Los cetros de pedernal excéntricos son objetos singularmente exclusivos a las actividades élites de los mayas en el período Clásico. 

   Es posible que algunos de estos objetos hayan sido intercambiados fuera del Mundo Maya, terminando desprovistos de su significado original entre pueblos “foráneos”. Sin embargo, el contexto del pedernal de San Andrés sigue estrictamente las normas de ofrendas élites mayas, y esto nos informa que los dirigentes de este sitio eran participantes en el sistema de creencias y prácticas propio de los mayas. El pedernal fue colocado en esta ofrenda junto con otros objetos rituales particulares de los mayas: una espina de mantarraya – utilizada para autosacrificio y varias conchas de espóndilo, que servían para captar la sangre de autosacrificio. La ofrenda contaba también con un cuenco exótico, cuidadosamente transportado desde tierras bajas mayas, huesos de peces (no se ha estudiado la especie o especies representadas) y cerámica local, incluyendo un sahumador probablemente empleado durante el ritual de hacer esta ofrenda. 


   Se informa que la excavación en la Estructura 7 fue suspendida después de encontrar esta ofrenda, y que no se profundizó más. 

En consideración de lo anterior, se puede especular que la dinastía de San Andrés haya sido establecida bajo los auspicios de Copán, o al menos con algún patrocinio de ese antiguo y poderoso centro maya. La evidencia en mano indica que San Andrés se convirtió en capital regional a principios del siglo VII d.C., que correspondería al reinado del rey copaneco K'ak' Chan Yopaat (578-628 d.C.) o de “Humo Imix” (un apodo para ese rey, estando incierta la lectura de su nombre; 628-696 d.C.). Es interesante, y tal vez altamente significativo para San Andrés, que el Arqueólogo René Viel opina que durante el reinado de “Humo Imix”, la cultura material de Copán manifiesta marcados nexos con el territorio salvadoreño. 


   Siempre a nivel especulativo, es posible que el primer gobernante de San Andrés en el Clásico Tardío haya sido un copaneco, tal vez un hijo u otro pariente del gobernante contemporáneo de Copán, apoyado por guerreros o por un arreglo político entre los líderes locales. O tal vez la relación entre Copán y San Andrés haya sido establecida mediante el matrimonio de un gobernante local con una hija del rey copaneco, quien hubiera llegado con un séquito de sirvientes y posiblemente especialistas en los ramos de religión, fabricación de objetos suntuosos y otros. 


   Sea como subordinado, o aliado, una relación especial con el reino nuevo establecido en San Andrés hubiera facilitado el acceso de Copán a recursos críticos, como la sal producida en las salineras dispersas por la vecina costa del Pacífico. También hubiera sido importante el cacao que probablemente ya se producía en cantidades excepcionales en el territorio salvadoreño. Algunas de las cumbres altas de esta región sostenían bosque nebuloso, hábitat de los quetzales, y aunque su producción no se podría comparar con la de Alta Verapaz, hubiera sido de gran interés poder contar con varios manojos de sus apreciadas plumas cada año gracias a la mediación de San Andrés.

Como una última especulación, podría ser que la Estructura 7, con su ofrenda fuertemente relacionada con realeza y sucesión dinástica, sea el templo funerario del fundador de la dinastía local – tal vez un copaneco apropiadamente enterrado en un pequeño edificio construido al estilo de su hogar natal. Al ser así, su tumba podría estar debajo del nivel de la ofrenda (donde se suspendió la excavación) o en otra parte de la estructura aún no investigada. 

Fuente: Fundación Nacional de Arqueología de El Salvador (FUNDAR)

 

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